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Artículos de salud emocional

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Todos sabemos que la confianza en la pareja es uno de los pilares más importantes, el afecto positivo y el bienestar de los vínculos dependen en buena medida de ella. En los términos de John Gottman, la confianza no se refiere a un concepto vago o indeterminado, sino a un conjunto de conductas, creencias o emociones que nos hacen estar dispuestos a modificar nuestro propio comportamiento con el fin de hacer sentir mejor o beneficiar a nuestro compañero o compañera.

  • Si vamos al plano emocional, experimentamos una especie de sensación de paz y tranquilidad, relacionada directamente con la idea de que nuestra pareja no hará nada que nos perjudique y que cuidará de lo que para nosotros es valioso, sobre todo cuando no estemos presentes.
  • Está comprobado que sentir confianza en la relación permite eliminar una enorme fuente de estrés, porque nos posibilita actuar y decidir sin disponer de toda la información necesaria, básicamente funciona como un regulador del estrés, ayudando a contrarrestar la incertidumbre del día a día a la que nos enfrentamos en distintos ámbitos de nuestras vidas.
  • Gracias a la confianza, podemos ahorrar una gran cantidad de tiempo y energía emocional, dejando nuestra mente libre para ocuparnos de otras cuestiones que no se relacionan con el comportamiento o las intenciones de la persona que elegimos.
  • Cuando contamos con una relación donde la confianza es fuerte, nos alegramos con los éxitos de nuestra pareja y nos ponemos mal con su tristeza o preocupación. En una relación donde prima la confianza no hay espacio para experimentar bienestar si ello implica el perjuicio de la persona amada.
  • La confianza está íntimamente ligada a la posibilidad de experimentar amor, de sentir aprecio y de valorar al ser querido; se nutre de la empatía y de la disposición a estar pendientes de las necesidades y expectativas del otro/a.
  • Sin embargo suele suceder que a lo largo del tiempo, tenemos momentos en los que por distintos motivos o razones, intentamos conectar y no encontramos, o no encuentra nuestra pareja en nosotros, una respuesta recíproca. El estrés laboral, los problemas de salud, la tarea de acompañar el crecimiento de nuestros hijos, etc. puede enfrascarnos en nuestra propia realidad, interfiriendo significativamente en el registro y respuesta a los intentos de conexión de la pareja.
  • Y lo peor de todo, es que sin querer y sin darnos cuenta, vamos perdiendo ese capital tan ansiado y valioso, vamos cerrando puertas que el otro ofrece abrir, nos volvemos indiferentes a sus invitaciones explícitas o implícitas. Vamos dejando de conectarnos con su mundo interno, con sus necesidades, temores y sueños, entrando en un espiral que nos cierra aún más puntos de conexión con la persona que más nos importa.
  • Hay que preocuparse cuando todo esto se prolonga en el tiempo, es simple, si tenemos un montón de intentos fallidos de conexión, a todos nos comienzan a surgir dudas: ¿Qué pasa? ¿Hay alguien más? ¿Por qué me rechaza?, y encima, la situación empeora cuando empezamos a sentirnos solos, o no tenidos en cuenta. Es normal que si nuestra pareja o nosotros mismos, no somos capaces de reconocer esta brecha y tratar de repararla, minimizamos o ignoramos aquello que nos están expresando, lo único que generamos es un incremento del malestar, profundizando la distancia emocional y el sentimiento de soledad.
  • Todos tendemos a recordar más aquello que no hemos podido resolver, y es muy probable que ideas y reflexiones asociadas a esta situación comiencen a ocupar gran parte de nuestro pensamiento diario, abonando un terreno fértil para que el malestar y los sentimientos negativos crezcan, empezamos a ver a nuestra pareja como un adversario y nuestra predisposición hacia la conexión y el afecto positivo claramente comienza a verse afectada.
  • No pasará mucho tiempo sin que nosotros o nuestra pareja se sienta inmersa en un clima de negatividad, donde las discusiones que abruman parecen surgir de la nada y escalan de forma incomprensible mientras nos herimos mutuamente sin poder reparar el daño que nos hacemos.
  • Si se instala la desconfianza y perdemos la fe, los acuerdos se vuelven casi imposibles de lograr, debido a que buscamos que sea el otro el que modifique su manera de actuar, centrándonos en nuestros propios intereses, sin tener en cuenta los del otro. Todo termina, cuando ninguno acepta incluir en su agenda el bienestar de la persona que tiene al lado.

Cuando estamos en esta situación, lo más importante es ser conscientes de esto, y si realmente queremos cambiarlo, debemos reconstruir la confianza, es ella quien nos proveerá un marco para que el afecto positivo renazca y crezca, reduciendo paulatinamente la tensión y estimulando la capacidad de responder con interés genuino a las aproximaciones e intento de conexión que nos brinden o brindemos.

No podemos salir de la negatividad haciendo foco solamente en el manejo de los conflictos, es necesario volver a conectar, tener pequeños gestos que alimenten un clima de admiración y cariño, necesitamos restaurar el sentimiento básico de confianza, sino, no hay muchas posibilidades de que seamos felices en nuestras parejas.

Basado en el libro de John Gottman y Nan Silver: ¿Qué hace que el amor perdure? Editorial Paidós.

Lic. en Psicología Cecilia Gelfi - Terapeuta Certificada en el Método Gottman
Lic. en Psicología Sebastián Mosquera - Terapeuta Certificado en el Método Gottman